La psicoterapia infanto juvenil va dirigida especialmente a niños/as y jóvenes entre 0 a 18 años de edad, e involucra tanto al niño/a, como a su familia y otras entidades con las cuales se relaciona.

En la terapia con niños y niñas, se sitúa la terapia de juego como eje central de la intervención. Es el juego desde el cual se accede al mundo interno del niño/a y así se establece un vínculo seguro entre terapeuta y niño, lo cual permite conocer sus pensamientos, emociones y sensaciones, para así generar líneas de trabajo según sus necesidades. El objetivo final de este tipo de terapia, es potenciar el bienestar emocional y social del niño/a, previniendo psicopatología futura.

¿Cómo esta terapia puede ayudar a mi hijo/a?

Los terapeutas infantiles ayudan a construir en los niños y niñas una autoestima sana, a estimular el desarrollo, potenciar comunicación y habilidades, además de favorecer expresión de necesidades, inteligencia emocional y relacional, lo que les permite desarrollarse adecuadamente.

¿Cuándo debo acudir a un Psicólogo Infanto Juvenil?

Cuando el niño o niña presentan problemas de conducta, problemas para conciliar el sueño, pesadillas, hiperactividad e impulsividad, bajo rendimiento escolar, tristeza, desinterés, estado de ánimo decaído, somnolencia excesiva, cambios en el apetito, timidez, retraimiento y problemas de relación sociales, falta de respuestas emocionales apropiadas, problemas con el control de los esfínteres, entre otros.

¿Por qué terapia de juego?

La terapia infanto juvenil es muy diferente a la de los adultos. El juego es una forma de terapia concordante con el mundo de los niños y niñas, ya que es el lenguaje de los niños y los juguetes son las palabras. La terapia es vivencial y el juego es una puerta para entrar al mundo de los niños. El juego también es una vía de expresión y el terapeuta especialista en juego puede traducir el lenguaje del niño a través del juego. El juego también es portador de esperanza, ayuda a incorporar el disfrute, el sentido del humor, la creatividad, se permite la exploración terapéutica segura y promueve que podamos elaborar y procesar las experiencias.

El juego tiene un poder sanador ya que permite al niño externalizar sus vivencias, concretizar lo que está viviendo internamente y permite procesar y elaborar.

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